martes, 20 de marzo de 1979

Acerca de la indagación histórico-ideológica (Consecuencias historiográficas)

“En la subsistencia de la verdad del ser [Seyn] tenemos que
alcanzar esa originaria historicidad, a través de la cual toda
historiografía ha sido superada.”

En sentido estricto, Foucault no hizo historiografía alguna, sin embargo partiendo de algunas lecturas, claramente justificadas, de su obra, las consecuencias del estudio de la historia han llegado a poseer pingues sesgos historiográficos. Apoyándonos en algunas precisiones de D. Halperin intentaremos hacer, de modo escueto, patente que el uso de Foucault llevado a cabo por los “Estudios de Género” acarrea tendencias por las cuales los resultados se sostienen del activismo que proclama las condiciones de posibilidad del poder respecto a lo que hace al sexo y la sexualidad.

Campo temático y campo de sentido.
Desde hace tiempo el estudio histórico ha adquirido una prevalencia notable. Por doquier encontramos indagaciones respecto al transcurso de lo que fue respecto de lo que es, y la sexualidad, principalmente a partir de las innovaciones de Foucault, no ha quedado elidida de ello. De este modo, se la ha convertido en “campo temático” de miríadas de estudiosos sobre la cuestión del género, partiendo del feminismo hasta la cultura queer, donde la especulación respecto de las condiciones de emergencia de sus diversas formas de apropiación por parte de la civilización, han alcanzado un grado de relevancia notorio en los estudios de género. Si bien la sexualidad, entendida desde Foucault, no parecería poseer una larga historia, su incumbencia en función de las relaciones entre los sexos ha abierto el campo para que, vuelta tema, sea revisada toda la ideología que subtiende la construcción de las fantasmagorías que brindan las identidades sexuales (aun las dichas anti-identitarias).

En este breve trabajo intentaremos develar la problemática que se ha abierto a partir de la lectura “ideológica y activista” de M. Foucault, por la cual la implicación debida en la trayectoria de los sucesos a indagar, inquiere en la metodología crítica de la lectura histórica, acarreando efectos historiográficos que determinan, no solo a los resultados, sino el hacer uso de los mismos. Pues bien, barrer con el idealismo teleológico de la historia, quizá no sea suficiente para despejar la finalidad hacia la cual tienden los estudios históricos cuando a la propia subjetividad se le propone liberarse mediante una estrategia política, principalmente respecto a lo que hace al uso sexualidad.

Ahora bien, reconocida la sexualidad como campo temático de análisis, los estudios se inclinan naturalmente hacia el escrutar los modos en que dicho campo se ha desplegado, principalmente en lo que se refiere a la noción de dispositivo. La dificultad, empero, estriba en el hecho de desconocer en “campo de sentido” donde el tema no por no ser planteado en sus constitucionalidad no aparece. Un ejemplo: los números infinitesimales no comenzaron a existir a partir de Newton y Leibnitz, ellos los volvieron tema, los entramaron en el discurso de la ciencia mediante un corte histórico. Del mismo modo, la sexualidad, no por ser un concepto moderno carece de historia, pues si bien a partir de Freud se produce una nueva manera de pensar, y quizá sí la primer manera de pensarla, no por no ser concebida del mismo modo (por ejemplo en sus relaciones con la conformación del psiquismo), no se encontraba presente en la Grecia clásica. El pensar la categoría de la sexualidad y sus relaciones con la verdad, como hace Foucault en su obra inconclusa acerca de la historia de la sexualidad, respecto al saber, sin duda posee una fecha medianamente determinable, sin embargo o la sexualidad es solo una construcción arbitraria, y por ende relativa, o forma parte del acontecer humano en todas su historicidad; o los números infinitesimales son o los números infinitesimales no son. Según donde recaiga la elección, se inclinará uno hacia la comprensión del proyecto que se despliega en la sexualidad (historia), o quedará entramado entre las relaciones de poder que hacen a la sexualidad un ente más en la maquinación de la técnica y la cultura (historiografía) donde se develaría “…la dimensión ideológica, el carácter completamente convencional y arbitrario de nuestras propias experiencias sociales y sexuales”

La reacción como confrontación histórica.
Cuando todo es histórico, cuando se desenvuelven los productos sociales como construcción ideológica del devenir cultural, si bien negando el absoluto de un fin histórico-metafísico, las concepciones se tornan relativas según la azarosidad de la coyuntura. Y esta relatividad (absoluta, mal que pese) denotaría así “…la dimensión ideológica, el carácter completamente convencional y arbitrario de nuestras propias experiencias sociales y sexuales” , donde lo convencional y arbitrario se disuelve en un devenir en el que cualquier suceso podría haber sucedido bajo tales o cuales circunstancias. Sin embargo, se busca en el discurso de la historia, cuando se la indaga, ciertos mojones conceptuales mediante los cuales elucubrar acerca de la posición de la sexualidad en ella, de modo tal que si en determinado período se observa que “…no había aparato conceptual disponible para identificar la orientación sexual fija y determinada de una persona, y mucho menos para evaluarla y clasificarla” , se considera que la misma no se encontraba allí. Esta característica, que parte de consolidar un campo temático especifico, parte de un presente leído en término de poder, donde todo discurre en una lectura acerca de las relaciones de poder: “…los deseos eróticos y la elección del objeto sexual en la antigüedad, no estaban determinados generalmente por una tipología de los sexos anatómicos… sino más bien por la articulación social del poder…” . Y en ello nuevamente el azar, como elemento necesario de la conformación de los diversos dispositivos de poder, juega el rol principal, en tanto que “la genealogía… restablece los diversos sistemas de sumisión: no tanto el poder anticipador de un sentido cuanto el juego azaroso de las dominaciones” . Así, entre la necesidad del azar y el azar de la dominación, el juego se determina en una lectura política de Foucault desde los estudios de género, política que solo es dable desde un presente, una situación y una determinación que posee al activismo como hilo conductor para con la hermenéutica de la historia. Uno se encuentra desde el presente en reacción-a, siendo esta mis quien propende a reaccionar con los sistemas de dominio que desde la historia se exponen en el presente como situación a superar por medio de la “liberación” del yugo de los dispositivos estratégicos del pasado. “Pudo ser así pero también de otro modo”, lo cual convalida el hecho de poder asignar al hombre la mas ardua menesterosidad de verse como histórico de cabo a rabo, sin menguar la relatividad de su constitución subjetiva.
Historia de la sexualidad trocada por historia social.
El hecho de ser una construcción socio-política la subjetividad, conlleva a pensar la sexualidad como un mero elemento adjunto, ad-hoc de la relatividad histórica, por lo cual “lejos de ser un componente necesario e intrínseco de la vida humana, la “sexualidad” parece ser una producción moderna, occidental y aún burguesa…” . Ello anuncia el proyecto que se despliega en la intención de sacar de la historia elementos posible de ser integrados a la lógica del poder en que “…la obra representada sobre este teatro [el de la historia] sin lugar es siempre la misma: es aquella que indefinidamente repiten los dominadores y los dominados.” , siendo entonces que lo a indagar confluye con la mirada desde el presente, en una suerte de romanticismo clásico, en la implicación y el cambio social. La espontaneidad de sujeto al tornarse mero receptáculo de lo acaecido insta a la idea de fundamentar “…una nueva y radical sociología histórica de la psicología, una disciplina intelectual diseñada para analizar las poéticas culturales del deseo, por medio de las cuales los deseos sexuales son construidos, producidos para las masas y distribuidos entre los diversos miembros de los grupos humanos” . La aporía de ello radica en que si afirmamos que “si hay una lección que pudiésemos extraer… de las actitudes y conductas sexuales antiguas, es que necesitamos descentrar la sexualidad del centro de la interpretación cultural de la experiencia sexual…” , no tendríamos derecho, ciertamente, a pensarla en la actualidad. Sin embargo, la aporía se resuelve mediante el relativismo histórico en que se estatuye la lectura de la sexualidad en términos políticos, tomando, quizá los efectos por causas, si bien añorando liberarse de la causalidad metafísica, frente a la cual se reacciona a su vez negándola. Solo puede decirse desde el presente que la sexualidad nos es adosada mediante un discurso extranjero a la constitución subjetiva, de modo tal que la sexualidad se torna superflua; en términos políticos se troca en un elemento más de dominio. Claro que la aporía retorna como lo reprimido, y ello se puede apreciar en la circunstancia de ser dominador-dominado el primer binarismo que nos se ha conseguido expulsar ante la repulsa frente a la defenestrada lógica dual hombre-mujer. Una lectura activista es en sí misma generadora de binomios antagónicos, pues al llevar la sexualidad a una contingencia generadora desde las relaciones de poder, y por ende a una lectura política de la misma, es la noción misma de poder la que ofrece la primera dualización del ser mediante el uso del término “relación”. Se desubstancializa el poder, pero la relación exige al menos dos, aunque sea de uno a uno. Por ello se puede cuestionar acerca del haber o no una historia de la sexualidad, ubicándola como campo temático de los dispositivos de poder en una muy precisa concepción del mundo, desde la posmodernidad, en la que se han creído hallar nuevas formas de sexualidad, cuando las mismas han quedado simplemente solapadas bajo la perspectiva del relativismo histórico que sucumbe a la construcción social y política del sujeto que es acontecimentado por la sexualidad (cultural a pesar de todo). La visión histórica de la sexualidad se resuelve pues en “…demostrar la historicidad, las condiciones de emergencia, los modos de construcción y las contingencias ideológicas de las mismas categorías de análisis que someten su propia práctica” , lo cual nos es sino añadir la ideología a la “Teoría de las concepciones del mundo” de Dithey.
Siendo de este modo, entre dominadores y dominados se establece una serie de acontecimientos entre los cuales se genera la contienda política de la historia mediante “…la función teórico-política de… la acontecimentación” , solo que la función histórica del acontecimiento (que debería de diferenciare de la de evento en Heidegger) se encuentra supeditada al presentismo, en tanto que “… [la] historia efectiva… no teme ser un saber en perspectiva… desde el ángulo determinado con el propósito deliberado de apreciar…” . Y es por mor de este presentismo irrevocable, aunque negado en tanto que tal, puede llegarse a implantar la necesidad de encontrar una construcción político-histórica de la sexualidad para poder hablar de una historia de ella (donde el genitivo ya se impone en tanto que problema), afirmando entonces que “…nunca se les ocurrió a los antiguos atribuir los gustos sexuales de una persona a una característica sexual positiva, estructural o constitutiva de su personalidad.” . Retornamos entonces a la necesidad de diferenciar campo temático y campo de sentido; pues solo quien pretende que la sexualidad sea tema, como lo es en el presente, puede dudar la función que por ejemplo el cuerpo, ha tenido en la antigüedad para con los “gustos sexuales”.
La determinación del rechazo a la metafísica. La estrategia.
La nueva dualidad dominador-dominado, acuñada mediante el enfrentamiento ideológico, por la que “la humanidad no [progresaría] lentamente, de combate en combate, hasta una reciprocidad universal en la que las reglas sustituirían para siempre a la guerra; instala cada una de estas violencias en un sistema de reglas y va así de dominación en dominación” , conlleva, en el rechazo de la metafísica, que desde el hoy el sistema de reglas, instituido en un relativismo procedural, pugne por estabilizar la relación de poder, rectificando al mismo. De este modo cae uno presa del mismo argumento, pues si “llamamos genealogía al acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales que permiten la constitución de un saber histórico de la lucha y de la utilización de ese saber en las tácticas actuales” , el presente mismo no consigue justificarse ante sí mismo, siendo en todo caso un nuevo modo de instalación de dispositivo de poder, en tanto que a menos que se abogue por un sistema axiológico de valores justificados metafísicamente (lo cual se niega), la sexualidad pensada en términos de los estudios de género sucumbiría al relativismo histórico, careciendo así de asidero mediante el cual asignar al dominador el papel de adoctrinamiento subjetivo. Se cambiaria un amo por otro, en todo caso (Lacan dixit), arribando a la objetivación del pasado según la situación del presente; y vista la historia desde el presente, mediante una técnica activista, se arriba a la maquinación del poder como única salida al impasse de la subjetividad histórica: la estrategia.
Frente a los detentadores de los dispositivos, la hermenéutica histórica sería pues "seguir todas las huellas del veneno y encontrar el mejor antídoto" , develando las continuidades de los diversos cortes en la historia de la economía de los placeres subtendidos a la convocatoria hipnotizante de las relaciones de poder. Es entonces que frente a la indagación histórico política llevada a cabo respecto de la sexualidad, teniendo por sentado que “…por dispositivo entiendo una especie… de formación que, en un momento histórico dado, ha tenido como función principal la de responder a una urgencia… tiene pues una función estratégica dominante” , mediatizando la lectura en la función de la reacción, el rechazo y la superación y la posicionabilidad de la posmodernidad, se afirma que solo con fuego se neutraliza el fuego, pues: “Los discursos homofóbicos funcionan mas bien como piezas de estrategias mas generales y sistemáticas de deslegitimación. Si hay que resistirlos, debemos hacerlo estratégicamente- es decir, combatiendo una estrategia con otra” . Estrategia frente a estrategia, víctimas del rechazo, lo rechazado determina el modo de funcionamiento también de la legitimación histórica de la sexualidad. Con ello elevo a consideración el papel fundamental de la confrontación en términos de combate, y la estrategia como metodología dominante de acción, que en última instancia se enclavan en Foucault: “A los discursos sobre el sexo… hay que interrogarlos en dos niveles: su productividad táctica (qué efectos recíprocos de poder y saber aseguran) y su integración estratégica (cual coyuntura y cual relación de fuerzas vuelve necesarias su utilización en tal o cual episodio de los diversos enfrentamientos que producen” . Táctica y estrategia que en última instancia involucionan (en un sentido lacaniano) para ser utilizados, bajo una otra perspectiva que no se puede ciertamente justificar sin apelar a lo rechazado, en tanto que mejor o peor opresiva o liberadora: no hay sino arbitrariedad y azar como hemos visto líneas arriba, por lo cual según sea el presente, así será la historia (relativismo).
Se puede observar entonces que, así como en ultima instancia es en balde que se han construido catedrales sobre las casa de baño en Roma, se pretende ahora construir una estrategia sobre otra, solo que nada asegura que la nueva estrategia no sea tan opresiva como la anterior: nuevas obligatoriedades, nuevas pechugas de pollo (Halperin), nueva construcción del hombre como animal historicum, aunque en vistas al insalvable relativismo se pueda proclamar, tras la trilladura de la muerte de Dios, la muerte del hombre (Foucault). Pues bajo la égida de la plasticidad histórica y sus condiciones de conformación, caemos en la disolución del olvido de la historia, en tanto que se erige una nueva “historia de las morales, de los ideales, de los conceptos metafísicos, historia del concepto de libertad… como emergencia de diferentes interpretaciones. Se trata de hacerlos aparecer como sucesos en el teatro de los procedimientos” , procedimietos que hacen del tema-sexual/sexualidad una construcción arbitraria de la historia: “La sexualidad no debe pensarse como tipo de hecho natural que el poder trata de mantener controlado, ni como un dominio oscuro que el conocimiento trata de descubrir gradualmente. Es el nombre que puede darse a un tipo de constructo [dispositif] histórico” , un azar construido por las relaciones de poder. Siendo entonces que si “el ejemplo de Foucault nos enseña a analizar el discurso estratégicamente, no en términos de los que se dice, sino en términos de lo que se hace y de cómo funciona” , todo recae, sin notarlo siquiera, en el utilitarismo y pragmatismo norteamericano: la estrategia como fuente de alimentación historiográfica y táctica sexual.

Consecuencias historiográficas
No debe observarse lo anterior como una crítica, pues en primer lugar lo escueto y parcial de lo expuesto no lo permite. Ha sido el sentido de lo anterior intentar dar una perspectiva de las consecuencias que acarrean las metodologías ideologías, si bien bajo la perspectiva de Foucault, las metodologías mismas implican una ideología. Sin embargo es de señalar que los análisis históricos inspirados en el activismo desembocan irremediablemente en una serie de cuestiones que, si bien brindar resultados admirables, el uso que se hace tiende a enviciar la perspectiva mediante una estrategia.
Ahora bien, las consecuencias historiográficas que hemos conseguido avizorar se enmarcan dentro de:
1) La exclusividad del campo temático en cuanto orden de explicación
2) La reaccion-a como disposición fundamental del estudio histórico acerca de la sexualidad. (reacción a la metafísica, al esencialismo, al dualismo, etc.)
3) El relativismo histórico, mediante lo cual el hombre consigna su muerte enredado entre los engranajes de los dispositivos.
4) El presente como fundamento de la estrategia. Lo cual conlleva a la dificultad crítica de establecer un nuevo orden en la situación relativa de la asunción histórica.
5) Las relaciones de poder como hilo conductor para una hermenéutica de las sexualidades.
Resulta entonces que si bien la historia bajo la mirada de Foucault es despojada del modelo de la memoria, el pasado es ahora compensado por la situación presente, el cual se refleja en aquel consolidando la referencialidad de la estrategia confrontada.
Es por ello, que el hombre, a pesar de resultar determinado ahora por el mismo rechazo de la metafísica (no superación, de ahí que aun siga actuando en el rechazo mismo), carente de esencia tanto él como la historia, se configura bajo la idea de la construcción relativista, epistemologicamente incierto hasta de su propio escepticismo. El desapego y la crítica a la cultura “dominante”, y la consecuente nueva conformación cultural determinada tácticamente mediante la cultura del “closet” (dentro o fuera, topológicamente clásico en su decir) genera la mirada retrospectiva a partir de una nueva concepción de la vida, del mundo y de los valores, afirmándose de este modo nuevamente una cultura. Es entonces que la réplica de la contienda posee como fundamento una nueva cultura, y mayormente si se configura bajo el ropaje de lo anti-, y puesto que la ruptura no significa salto, bajo el activismo se recae en la temática historiografica por excelencia puesto que “cultura es la técnica de la historiografía, el modo como el cálculo historiográfico-de valores y creación- se organiza y con ello extiende el olvido del ser” .
La principal consecuencia es dotar a la historia de una técnica al servicio del sujeto histórico (no a modo del idealismo), donde el ejercicio del poder no encuentra entre sus relaciones un modo de virar el proyecto hacia el cual se arroja la denuncia (por ejemplo el denominado discurso patriarcal), rebajando la sexualidad a un concepto-constructo-dispositivo que le niega su calidad de evento en la historicidad del da-sein, aherrojándola en torno a la interpretación política del uso de los placeres.













Bibliografía:
-Foucaul, M: “El discurso del poder”, Folios ediciones, México, 1983.
-Foucault, M: “Microfísica del poder”, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1993.
-Foucault, M: Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Siglo XXI, Buenos aires, Editores, 1976.
-Halperin, D: “San Foucault”, El cuenco del plata, Buenos Aires, 2007.
-Halperin, D: ¿Hay una historia de la sexualidad?, en “Grafías de Eros”, Edelp, Buenos aires, 2000.
-Heidegger, M: “Meditación”, Biblos, Buenos Aires, 2006.

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