martes, 20 de marzo de 1979

Acerca de una Erótica Criminal

En las siguientes líneas nos preguntaremos acerca de la posibilidad que subyace a todo delito, penal y socialmente denominado como criminal, en tanto que esto posible se nos configura bajo la hipótesis que establece la equivalencia entre el hecho de que todo sentido sea sexual, y que todo delito se entable en una cierta sensualidad socialmente patológica.


Un simple crimen puede traer a cuestas, como estela de su recorrido, múltiples causaciones que según las distintas épocas en que ellos ocurran, serán evaluadas como tales o cuales. El “Ser” del bárbaro, ateo, degenerado, enfermo moral, pobre, ignorante, o con problemas psico-familiares; y continúa la lista; se ha considerado un concomitante a la hora de especificar quien es capaz o no de delinquir. Así, la constitución previa de una subjetividad predispuesta a encaminarse hacia los meandros de la ilegalidad, da la pauta para erigir la prevención de aquellas acciones que dañan el tejido social; tal como el actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires pretende al ingeniar con tamaña estulticia un plan de seguridad que acometería contra las conductas pre-delictivas, como ser el merodeo o la vagancia.

Ahora bien, dentro de los delitos, en la gama de aquellos que se nos hacen presentes como más obscuros y misteriosos, así sea por la naturaleza del crimen o bien por el morbo propio que queda atónito ante lo espantoso de una mecánica singular, nos encontramos con la cuestión de la sexualidad haciendo estragos. Directamente, en tanto que acto sexual (en términos llanos, pues no hay acto sexual) o indirectamente por cuanto actúa como trasfondo de una arquitectónica que se fundamenta en el supuesto placer erótico extraído del accionar, por ejemplo en el asesino; el campo del goce en el crimen se entrama con el campo de la sexualidad.
¿Será la serialidad una marca de la iteración de un placer buscado, o de un goce expropiado? Si se repite en la diferencia cual es el sentido de la obtención de un placer, injerto en la turgencia de una idea que tiende a crear una víctima para sí, entonces quizá el fantasma masturbatorio de algún personaje escenifique lo que intentamos argüir.

En el presente trabajo expondremos el célebre caso de Cayetano Santos Godino alias el “petiso orejudo”, pues a pesar de que en este asunto no hay delitos sexuales en su sentido penal y convencional, intentaremos dilucidar el modo por el cual la veta del delito sexual entra en juego como uno de sus elementos esenciales, haciendo caso omiso a las cuestiones respectivas al sadismo sexual trabajadas durante su sentencia.

Hijo de una humilde familia calabresa, fue su padre alcohólico, de oficio farolero, golpeador, quien envió a su hijo a la comisaria a los 9 años para que “hicieran algo con él, porque era absolutamente rebelde a la represión paternal”, ahogaba pájaros en una cajita, molestaba a los vecinos insultándolos y les arrojaba cascotes. Su procreador pues, deseándolo corregir en alguna forma, creía conveniente que lo recluyeran donde lo entendieran oportuno; y su madre siendo ama de casa, paridora de 8 hijos, fue quien lo califico alguna vez como “il disgraciato figlio”, no fue nunca a visitarlo cuando resultó arrestado, por sentir cierta vergüenza de su producto (palabras de Godino). Así, padre y madre forman parte de este escenario consignado como propio de una “familia diversa” que desdibuja y se confronta con los valores tradicionales, pero “sin previsiones que apunten a romper con la ideología de base” en una cultura dada.
Es entonces que postulamos que el Santo Godino, en sus trabas insuperables para con la consecución de placer, y bajo el manto de una base orgánica, se ha encaminado a adoptar un posicionarse específico respecto al conjunto de los valores sociales admitidos, siendo en este respecto un personaje a-normal, en su modo de suplir tanto la falta-en-ser, como la satisfacción que no hay.

Los crímenes de Godino comenzaron en 1904 cuando tenía tan solo 8 años de edad, y se dispuso a “predar” a un niño de 17 meses con el propósito de matarlo: lo golpea, lo empuja violentamente y le proporciona heridas de gravedad. En 1906 lleva a una nena de dos años a un baldío, la golpea y la entierra viva. En 1908 lleva a un nene de dos años a un corralón y trata de ahogarlo en una pileta donde lavan a los caballos, lo descubren y escapa, seis días después ve a otro niño de dos años en la calle y le quema los parpados con un cigarrillo, escapando cuando la madre de la víctima salió ante los gritos del pequeño. En el mismo año se lleva a una niña, busca un baldío, pero antes de encontrarlo la menor se resiste a seguir, razón por la cual Godino se descontrola y la golpea. Unos vecinos intervienen a tiempo y Godino vuelve a huir. El mismo mes intenta golpear a una nena, pero la víctima es amparada por los vecinos, y el agresor consigue escapar. Nuevamente intenta matar a una nena de 18 meses, pero es sorprendido por un agente, Godino manifiesta haberla encontrado en esa situación y haber querido liberarla. En 1912 se lleva a otro niño de 12 años a una casa abandonada, en donde después de amordazar, desnudar, y azotar con una rama de higuera, lo estrangula. Ese mismo año le prende fuego al vestido de una nena, quien muere poco después debido a las quemaduras. Posteriormente intenta asesinar a otro niño, a quien encuentran con los pies atados y semiasfixiado por un cordón que le envuelve el cuello.
Secuestra y mata a otro nene en un baldío, lo ahorca con el piolín que lleva en el pantalón usado como cinturón, además le realiza una herida en el parietal izquierdo producida por un clavo de 4 pulgadas, lo detienen al día siguiente.

Respecto a la naturaleza de estos actos, cabe preguntarse el acceso a qué clase de sensación le permitían experimentar. Y es así, que cuando Godino resultó apresado y se le preguntó acerca de sus crímenes y las sensaciones que se le despertaban al estrangular, declaró que aquello le gustaba: “me da todo un temblor por el cuerpo que me sacude… Siento ganas de morder. Al chico ese le agarre con los dientes aquí, cerca de la boca y lo sacudía como hacen los perros con los gatos… Luego me da mucha sed, la boca, y la garganta se me secan, me arden como si tuviera fiebre”.
El temple de ese cuerpo que se sacude y tiembla, que se vuelca hacia la mas básica acción de la vida (el morder), queda especificado cuando uno de los doctores que lo evaluaban, notificaba doctamente acerca de él: confesó el desgraciado que después de cada delito de sangre, sentía violentas sensaciones eróticas”.

Por su parte, el señor Cayetano refirió que era un onanista y que si bien nunca había tenido trato con mujeres, la vista de ellas le parecía agradable. Godino fue bebedor de alcoholes fuertes, no tuvo instrucción alguna, era uno de esos pobres analfabetos a quienes se los condena. Nunca mostró ningún arrepentimiento por sus actos, y dentro de su retraso, conservó la mayor lucidez y supo demostrar satisfacción al hace uso de la narrativa de sus crímenes, siendo ésta quizá una nueva fuente de la cual extraer cierto placer, estándole vedado ya el hecho de torturar y asesinar. También incendiaba casas, aduciendo que lo hacía para ver trabajar a los bomberos: “Siempre corría a ver los incendios y les daba una mano a los bomberos. Es lindo cuando caen en el fuego”. Se divertía con matar caballos y al probar la sensación del hierro que se hunde y se retuerce en las carnes.
Estos recuerdos, en el recordar sus espectáculos, decía que lo excitaban.

Si bien, en la época en que tuvo lugar el proceso de Godino, y aun hoy, se suele encontrar (y emparentar) el sadismo en sus actos, entendiendo por sadismo (según los cánones de un siglo atrás actuales en cierto sentido), una dependencia estrecha entre el sufrimiento experimentado, lo mentalmente representado y el orgasmo sexual, no pudiendo realizarse el acto sin esta condición que es a la vez necesaria y suficiente, no creemos que sea en este aspecto donde encontremos una erótica dentro del acto criminal de Godino.
No sentir voluptuosidad genital más que maltratando o ejerciendo violencia en personas, animales u objetos, es una manera obsoleta, pero sobre todo errada, de definir aquello hacia lo cual hacemos referencia. La genitalidad no especifica la situación.

Lo que sí Godino afirmó es la relación existente en él, entre su propia sensualidad y los delitos perpetrados. Se ha constatado que no tuvo Godino contacto carnal con ninguna de las víctimas, pero tal contacto no nos resulta indispensable para que algo de la sexualidad se haga presente. Se ha encontrado en algunas de las victimas las ropas levantadas, dejando ver sus cuerpos desnudos, habiendo reconocido Godino que él fue quien les levanto las ropas. La mirada de la victima desnuda, dispuesta en su inerte cuerpo, abre la grieta por la cual la búsqueda de una sensualidad puede hallar goce en su compulsión. El objeto mirada es un componente de la subjetividad sexuada.
Y es posible que buscara la voluptuosidad de la excitación en el sufrimiento de las víctimas, para masturbarse más tarde en el recuerdo, circunstancia que hubo de confesar en su indagatoria. Un goce quizá debía de ser tramitado, en su singular locura, a través del exterminio de sus semejantes (especulares), bajo la premisa de un goce pleno en el a ser alcanzado en el Otro.

Al día siguiente de haber cometido su último delito, cuando fue llevado a la morgue para ver a su víctima, se constato que Godino presentaba signos externos de alteración sexual al ver a su víctima ensangrentada, desnudado momentos después, pudo constatarse que se encontraba Godino en estado de semi-erección. Tales palabras reza un periódico de aquel entonces.

Estamos frente a un criminal que la cultura y su familia no pudieron encaminar ni estabilizar tempranamente; recordemos que estuvo internado en la colonia de Marcos Paz por pedido de sus padres, pero luego de salir siguió matando. Dícese que mostró desde pequeños “rasgos perversos y sádicos” (los así llamados) que encontraban otra manera diferente de relacionarse con el otro. Nosotros diríamos, nuevas técnicas dirigidas a la apropiación del placer: buscaba pequeños con quien desquitarse, y su sexualidad se manifestaba en sus actos violentos y con sus víctimas; y aquella excitación que podría mantenerse implícita en el acto de matar, en el sentir en ese momento no en la penetración (acceso carnal) de la victima sino en la evocación posterior, en su recuerdo, que aprees-coup, le determina.

Godino, no fue un perverso, simplemente padecía de un retraso, como factor predisponente, y se estableció en la locura, cayendo en la locura criminal abocada al apoderamiento del goce supuesto en el otro, mediante un delinquir crónico.
El “petiso orejudo” acuñó un personaje pero no un rol, personaje en posición predativa. Pero respecto al calificativo de sus delitos, las violentas sensaciones eróticas en el hacer un crimen, la excitación en el recuerdo, e incluso el masturbarse merced a la memoria de su haber, nos deberían arrimar a la pregunta acerca del papel que lo sexual tuvo para él en la relación hacia los otros.

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